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Wambi, el verdadero underground de Talca

Rodrigo Figueroa


                                                   
                                                                                                                                                                                       “Wamby: s. Se refiere a un plato típico que consiste en dos sopaipillas de
gran tamaño con el agregado de palta, tomate, chucrut y vienesa. Además, la
masa superior se suele aderezar con mayo, kétchup y mostaza.”
Diccionario de Neologismos, Disfemismos y Locuciones Usuales, Luis
Herrera Vásquez.





10 de noviembre de 1991 y la historia va así: la señora Rosita se instala con un carro de completos, y tras escuchar a su hijo decir que en cierto local de la carretera vendían sopaipillas con vienesas y mayonesa, decide inventar su propia versión agregándole palta, tomate y chucrut. "Decidí preparar algo parecido, pero con dos sopaipillas y más ingredientes, y le dejé el mismo nombre" dice en una entrevista en el año 2011 al diario La Cuarta. No hay información del local que inventó la versión primigenia ni de donde nace el nombre. Se fundan así los primeros mitos con respecto a este hijo mutante de la ciudad del completo.  

El wamby como cualquier artefacto cultural está rodeado de prácticas y discursos que lo distinguen de otros similares. Hay ciertos ritos y mitos que lo acompañan y que en este caso particular perfilan características que lo posicionan como un objeto de culto. Primero, es muy probable que en Talca todos hayan escuchado hablar del wamby pero que pocos realmente lo hayan probado. Más aún si la persona en cuestión no es “nativa” de la ciudad. Menos aún pensar en que alguien que nunca haya tenido ningún tipo de contacto con la capital de la Región del Maule sepa a qué se refiere alguien al pronunciar un nombre como Wamby. Esto lo transforma en algo que se sabe por el boca a boca y que lo hace configurarse como parte de la idiosincrasia local, como parte del folklore de la ciudad. Segundo: a la wambería no se llega de casualidad. Parte del rito de comer wambys es que alguien que ya lo haya hecho te invite a comer, asimilando la práctica al ingreso a una sociedad secreta o paramasónica. El carácter de secreto revelado se incrementa y ser parte de aquellos que han probado un wamby –o saben dónde comer uno- genera cohesión de grupo en torno al mismo. Y si todas estas pruebas de entrada al submundo de los wambys fallan, en la misma wambería se encargan de otorgarle el carácter mítico: “Nadie puede comerse más de dos”, y te plantean el desafío: “Si alguien es capaz de comerse más de dos se los damos gratis, le tomamos una foto y la ponemos en la pared”. Medio en broma, medio en serio la idea queda y el número dos se convierte en el límite humano posible de wambys que se pueden comer. Y tal como con las otras ideas asociadas, uno las continúa replicando cuando se habla de él.

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Si lo leemos semióticamente, el wamby vendría siendo un token del type completo: existe un modelo sociocultural denominado completo del cual son posibles una determinada serie de ocurrencias. En este sentido el wamby podría ubicarse en un nivel similar al del papapleto, el as o el especial tomate-mayo, con la salvedad de que la variación fundamental no se da en el relleno sino en el medio físico que sostiene a este. No se cambia la vienesa por papas fritas como en el papapleto o por carne como en el as, sino que se pasa del pan a las sopaipillas como medio de soporte del sándwich. Esta variación es en sí interesante ya que abre posibilidades de experimentación textual que lo hermanarían al completo en el sentido de la mezcla y variedad de ingredientes –wamby as o wamby vegano-sin-vienesa, por ejemplo- o de manera aún más radical de relectura de la comida rápida a nivel grotesco-vanguardista e incluso contracultural y de shock: la pizzapleto –base de pizza e ingredientes de completo- o la papapizza – base de papas fritas con ingredientes completo- u otras combinaciones que podrían ser aún más radicales.

Una variación nacida en Concepción –dicen que por un talquino que llego pidiendo wambys– es el sopaipleto que terminó masificándose por Chile sin llegar a tener la popularidad de otras fritangas icónicas que hoy se encuentran en los carros que pueblan las calles o en los locales de comida rápida. Las diferencias fundamentales entre un wamby y un sopaipleto están en el tamaño y en que no se puede hablar del sopaipleto como se habla del wamby debido la falta del carácter mítico asociado a este último. El sopaipleto parece más una invención posmoderna cercana al sushipleto, un esperpento nacido de mentes con demasiadas licencias creativas en cuanto a comida fusión más que a una variación con características legitimas del completo. El carácter mitológico más allá de su origen y la dificultad para llegar a una wambería, gravita precisamente en el tamaño del “sándwich” y en el desafío que representa comérselo. Como sucede con las chorrillanas, por ejemplo. O con esas hamburguesas monstruosas de varios pisos. La lectura de este no debe hacerse por ende solo al nivel tangible del wamby como preparación en sí, sino a través de los relatos asociados al mismo como parte de un rito determinado.

En conclusión: El wamby no solo significa altos niveles de colesterol y posibilidades de problemas estomacales. El wamby también es una práctica cultural y un sentido de pertenencia. Una forma de identificarse y de formar parte de algo que identifica a esta pequeña capital de provincia. Comida undreground y secreto compartido en torno a dos sopaipillas gigantes con los ingredientes de un completo.

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Rodrigo Figueroa (Constitución, 1989). Junkopia (Editorial Bifurcaciones, 2016), Cumatron (Cyberpunga, 2018-2019)

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